La culpable de que casi una veintena de parlamentarios de Reino Unido se hayan unido como plataforma política desde las islas europeas para defender los intereses y derechos de Ali Aarrass y que el nombre de este melillense suene en los foros sociales y por las libertades de media Inglaterra es Frances Webber.
Esta abogada jubilada especialista en Migración, Refugiados y Derechos Humanos pertenece a la Liga de Abogados Socialistas de Londres y es asesora del Comité de abogados contra la Tortura y la defensa de los Derechos Humanos de Reino Unido. Amiga de Luk Vervaet, el principal activista defensor de la ‘Causa Aarrass’ en Bélgica, es a través de él por quien conoce el tema y desde el principio no lo dudó un instante: “En este caso se están violando los derechos fundamentales de un ciudadano europeo”.
Webber es la culpable de la implicación de Reino Unido en la causa y suya es la primera carta dirigida a la embajada de Marruecos en Londres pidiendo explicaciones al Gobierno alauí sobre las torturas recibidas por Ali durante su detención y su encarcelamiento.
Ha creado junto a Vervaet una red de trabajo en defensa de los derechos de Ali por toda Europa. Incansable defensora de la verdad y la justicia, no ha dejado de actuar entre Londres, Madrid y Bruselas. Hoy, nos la encontramos en Rabat, acude como nosotros a ver a Ali y a indagar sobre los pormenores del caso.
Cuando se le pregunta sobre el proceso judicial no lo duda un instante: “Me parece un caso muy feo, sucio y viciado porque es muy clara la falta de justicia y transparencia en todo el proceso”.
Asegura que desde el comienzo de toda esta lucha en defensa de los valores fundamentales, “con la extradición ilegal por parte de España, desafiando al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas”, hasta ahora, “con la negación de las alegaciones por maltrato y torturas”, todo el proceso Aarrass le parece “una comedia macabra. Es como si viviéramos un espectáculo político en el que Ali es el cabeza de turco”.
Lo más indignante, indica Webber, es “el hecho de que esté siendo juzgado y haya sido condenado sin tener ninguna prueba contra él, ni física ni documental. Se basan en una supuesta confesión en un idioma que saben y aceptan que Ali no comprende, no se sostiene jurídicamente”.
El caso, además, se ha convertido en una pugna política en donde lo realmente judicial quedó apartado hace mucho tiempo: “Es difícil entender el proceso como un caso judicial, desvinculado de todos los intereses políticos que lo rodean y que presionan desde diferentes puntos”.
La defensora de derechos humanos comenta que cuando Ali se encuentra con alguno de sus abogados en prisión “siempre hay un policía vigilando y escuchando la conversación. Jamás se ha tenido en este proceso respeto por la confidencialidad entre letrado y cliente, ni siquiera se respetan las mínimas garantías judiciales”.
Por eso, no duda en asegurar que pase lo que pase hoy con Ali ya se ha demostrado públicamente que todo este caso y los actores intervinientes en el mismo –que van desde España hasta Marruecos pasando por Bélgica- “están corrompidos”.
Webber también es crítica consigo mismo y con el resto de activistas y juristas europeos. Insiste en que no se ha hecho todo lo posible por dar publicidad y transparencia a la ‘Causa Aarrass’ desde el continente europeo.
“Ahora no podemos hacer más que seguir poniendo un poco de presión mediática e internacional sobre el Rey de Marruecos, sobre su Gobierno y sobre sus jueces, para que hagan justicia de verdad no sólo en este caso concreto, sino en tantos otros de características similares”.
Pasa lo que pase hoy, cree que Ali debe convertirse en un icono contra la tortura y la injusticia en Europa y que para ella no habrá concluido el caso hasta que “Ali sea liberado, exculpado y declarado inocente; este es el único final posible y aceptable. El único resultado correcto y conforme al derecho y a al verdad es ver a Ali salir de Rabat como un ciudadano libre, no cabe pensar otra cosa”.
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